LOSFENOMENOSDELHIPISMO
  My Own Business galopa en el corazón de los venezolanos. PARTE I
 
My Own Business galopa en el corazón de los venezolanos
 
El rey de las carreras
 
 
En una oportunidad, un jeque árabe ofreció 400.000 dólares. Más tarde, un revendedor norteamericano aumentaría la cifra a 650.000. Sus dueños jamás cedieron a la tentación del dinero. Hoy, con ganancias que sobrepasan los 400 millones de bolívares, el purasangre venezolano se ha convertido en la estrella del espectáculo hípico. Cuando corre en La Rinconada, la taquilla se multiplica, los fanáticos colman las gradas y el público lo aplaude con frenesí. Este es el recorrido del campeón, nuevo ídolo de la afición, que ha brindado millonarias alegrías. "Es un fenómeno", señala el clamor popular. Pero no es un tren, no es un avión, no es Superman.
 
El whisky, cortesía del haras Vista Hermosa, ya había surtido efecto en el ánimo de los invitados esa noche de septiembre de 1998, cuando los cascos del potro castaño de 17 meses retumbaron en La Quinta Esmeralda. Con su habitual alharaca, el orador de la subasta anunció sus credenciales, pero encendidos por el alcohol y el ambiente de algarabía, pocos se interesaron entonces en las señas del purasangre criollo. Sólo los corazones de Rocco Sebastiani y Hugo Albarrán galoparon con fuerza durante la presentación a la "sociedad" -¿quién podría predecirlo?- del campeón My Own Business, a la postre, el más aclamado ganador de las últimas tres décadas y el nuevo ídolo de la afición hípica local.
 
La puja por el fornido caballo castaño se inició con un precio base de tres millones de bolívares. Gracias a las sugerencias de los preparadores Juan Carlos Ávila y Antonio Bellardi, los futuros dueños habían decidido que lucharían cuerpo a cuerpo hasta el final -¡de foto!- con cualquier rival en la adquisición del animal. "¡Vendido a 26.500.000 bolívares!", se escuchó el martillo entre las risotadas, el bullicio y los gritos de los compradores -e infaltables mirones de palo- que apuraban sus whiskys y devoraban pasapalos, mientras los ejemplares "cero kilómetros" desfilaban, uno tras otro, por la pasarela. "En las subastas, uno tiene que mostrar quién es el más arrecho", explica Albarrán.
 
Hugo Albarrán, abogado nacido en Maracaibo, y Rocco Sebastiani, comerciante oriundo de Pescara (Italia), se conocieron hace siete años en una cuadra del hipódromo La Rinconada. Aficionados a las carreras y propietarios de caballos, decidieron invertir juntos en el potro. Su afición se remonta a los años 70. Sebastiani es dueño de un hotel, emplazado en la conocida calle de los hoteles en Sabana Grande. Desde su llegada a Venezuela, el inmigrante italiano, que no ha aprendido hablar bien el español, no se pierde las carreras. Albarrán se identifica con los colores de la inmensa fanaticada marabina. Ambos aseguran que no son adictos a las apuestas. No son asiduos al Jockey Club, es común verlos durante las carreras en la tribuna B del Hipódromo La Rinconada. "Es un lugar muy popular. Allí nos sentimos más a gusto", explican.
Jugada del azar, los dos amigos no se equivocaron con su elección. Hoy, My Own Business genera ganancias multimillonarias y se ha convertido en el nuevo ídolo de la afición. A lo largo de su carrera profesional, el crack ha cosechado premios en metálico que sobrepasan los 400 millones de bolívares. "Ha sido una bendición, pero su historia es una telenovela", expresa Albarrán. "Nunca se había visto un fenómeno de tal magnitud hasta ahora", añade Sebastiani, con lágrimas en los ojos. "Un potro así, es difícil que vuelva a nacer. Es el mejor de todos los tiempos".
 
TELENOVELA HÍPICA. El 17 de octubre de 1999, el día de su debut en el hipódromo de La Rinconada, My Own Business cruzó la meta en el sexto lugar. Su discreto desempeño durante la jornada, eclipsada por un fuerte aguacero, no presagiaba que durante todas sus campañas, se convertiría en una "máquina corredora", apodo que se ha ganado a punta de resonantes triunfos. "Comparar hoy a My Own Business con Cañonero no tiene ningún sentido, pero su actuación ha sido contundente", explica Bellardi, preparador del purasangre castaño, al colocar en la balanza los más famosos campeones de la historia hípica venezolana. Douglas Valiente, gloria del deporte local, tuvo la oportunidad de montar a Catire Bello y My Own Business. Después de calibrar sus condiciones, el jockey comentó que el purasangre castaño no tenía rivales.
 
Durante el Clásico Internacional del Caribe, el 3 de diciembre de 2000, lo demostró. Aunque partió mal, se repuso y rebasó a todos sus contrincantes en el óvalo de San Juan de Puerto Rico. Luego, los organizadores afirmaron que estaba dopado con cafeína. La apelación de los propietarios se convirtió en una película de suspenso. "Tuvimos que esperar 20 días el segundo resultado de los laboratorios. Al principio, no nos pagaron el premio", recuerda Albarrán la tensión vivida aquellos días. "Fue una tragedia nacional". El día del veredicto, Radio Sensación cubrió el evento en vivo y directo. Sebastiani y Albarrán escucharon por radio el dictamen: la segunda prueba había salido negativa. Se descorchó el champaña, se hizo una fiesta y hubo lágrimas de alegría. Los propietarios cobraron la bicoca de 255.000 dólares.
Luego de su éxito en Venezuela, los dueños decidieron probar fortuna en Estados Unidos, las grandes ligas del hipismo. El potro se encontraba en el cenit de su carrera. "Nos pusimos fanfarrones", reconoce Albarrán. My Own Business tuvo una despedida apoteósica en Venezuela el día de su última carrera en el país, y de su envío "expreso" por DHL. Radio Sensación volvió a transmitir en vivo y directo.
 
El primero de agosto de 2001, debutó en el majestuoso hipódromo de Saratoga (Nueva York). Durante su breve pasantía -nueve meses- en los óvalos norteamericanos, la suerte lo dejó en la retaguardia. Para evitar consecuencias mayores, sus propietarios le trajeron de regreso al calor del Caribe. El costo de su estadía en tierras norteamericanas ascendía a 5.000 dólares mensuales. "La aventurita nos costó 90.000 dólares en total", recuerda Albarrán. "El caballo decepcionó. No estaba en óptimas condiciones para correr", explica Bellardi.
A pesar de su gran legión de fanáticos, My Own Business cuenta con un reducido grupo de detractores: señalan que el purasangre castaño no ha tenido rivales de peso y que es un "tuerto en el país de los ciegos". Se afianzan en su fallida campaña en Estados Unidos. "Los periodistas norteamericanos no opacan a ningún caballo. Cuando un purasangre es campeón, es campeón. En Venezuela, hay algunos que se hacen llamar periodistas y no lo son. Sólo buscan las contrariedades. Pero, no hay duda, el soberano, la gente de la tribuna, tiene la última palabra. Para ellos es un ídolo", advierte Bellardi.
 
Muchas veces, la envidia también corre en La Rinconada. "Con los peloteros sucede lo mismo", explica el preparador de My Own Business. "Hemos sido duramente criticados. Los venezolanos son muy envidiosos. Aquí nadie perdona el éxito. Pensaron que éramos unos pendejos cuando lo llevamos a Estados Unidos", recuerda Albarrán. "Soy una persona de origen humilde. En Nueva York, recordé cuando veía las carreras por televisión en Maracaibo. Estábamos en las grandes ligas. Nadie nos quita lo 'bailao".
 
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